Y acaeció una vez que el rey Floper mandó hacer pregón que todos los señores, caballeros y gentileshombres acudieran al castillo de Chamartín en aquellos días, que allí mandaría celebrar un consejo general y una gran justa. Y cuando el rey estaba allí aposentado con toda su baronía, vino una doncella con un mensaje del duque Relañus de Polanconia. Era dama ésta de muy generosas hechuras, grande como dos o tres caballeros bien formados, y era maravilla verla moverse por el castillo. Y al llegar delante del rey Floper, dijo su nombre -que era Carmodia de la Colina- de quién venía, y cómo era enviada a él con un mensaje. Entonces dejó caer su manto, que estaba ricamente forrado, y estaba ceñida con un bocadillo de panceta de al menos dos brazas de largo, de lo cual fue maravillado el rey, y dijo: «Doncella, ¿por qué causa ceñís tal vianda? No se acuerda con vos».
– Os lo diré- dijo la doncella-. Este bocadillo que ciño me da mucha aflicción y estorbo, pues no puede salir de la vaina y por ello ni yo ni mi señor Relañus podemos dar cuenta de él como sería nuestro deseo. Y nadie podrá sacarlo de la funda sino un caballero, pero ha de ser muy buen hombre de sus manos y de sus hechos, y estar sin villanía ni engaño, y sin traición.
– Esta es gran maravilla- dijo Floper-, si es verdad. Yo mismo probaré a sacar el bocadillo, no porque presuma de ser el mejor caballero, sino porque quiero empezar yo la prueba, dando ejemplo a todos los barones para que prueben uno después de otro cuando yo lo haya hecho.
Entonces Floper tomó el bocadillo, tirando del currusco y de la vaina con gana, pero el bocadillo no salió.
– Señor -dijo Carmodia-, no es menester tirar tan fuerte, pues el que lo saque lo hará con poco esfuerzo.
– Decís bien -dijo Floper-, ahora probad todos mis barones.
Los más de los barones de la Mesa Blanca que en aquella sazón estaban allí probaron de uno en uno, aunque no lo consiguieron; por donde la doncella hizo gran aflicción, y dijo: «¡Ay! Yo creía que en esta corte estaban los mejores caballeros, sin falsía ni traición».
Y acaeció en aquella sazón que había un caballero llamado Aiker, con fama de buen hombre de su cuerpo, que había nacido en el pequeño reino de Mostolia. Y cuando la doncella tomó licencia de Floper e iba a partir, la llamó este caballero Aiker, y dijo:
– Doncella, os ruego de vuestra cortesía que me consintáis probar a mí también, como estos señores; aunque soy de origen humilde, en mi corazón soy tan determinado como algunos de estos otros.
– Por Dios -dijo la doncella- probad, pues, y haced lo que podáis.
Entonces sir Aiker tomó el bocadillo por el currusco y la vaina, y lo sacó fácilmente. Por donde la dama hizo gran contento, y empezó a dar cuenta de él sin más dilación.
– Ciertamente -dijo la doncella mientras yantaba-, éste es muy buen caballero; el mejor que jamás he hallado, y de más merecimiento, y sin falsedad, traición ni villanía, el cual hará muchas maravillas.
Y hubo gran fiesta, y se hizo llamar al duque Relañus. Llegó poco después a caballo, ricamente ataviado, y saludó al rey Floper. Tras acabar la mitad del bocadillo de panceta que le correspondía, le pidió un don que le había prometido por tres escritos elogiosos que le había dedicado tiempo ha.
– Decís bien -dijo el rey-, pedid lo que queráis y lo tendréis, si está en mi poder darlo. Pues bien -dijo Relañus-, pido la cabeza del falso caballero Mou, pues meses ha que me causa gran afrenta.
– En verdad- dijo el rey Floper-, no puedo con mi honor entregaros su cabeza, pues Mou es din duda el mejor de mis caballeros, y me da mucho y buen servicio; por ende, pedid cualquier otra cosa, que yo satisfaré vuestro deseo.
– No quiero pedir otra cosa- dijo el duque.
Acaeció que estaba en la sala el caballero Mou, y cuando le dijeron que el duque Relañus había pedido su cabeza al rey Floper, fue derechamente a él y dijo: «Mal hallado seais; quisierais tener mi cabeza, y por ende vais a perder la vuestra», y con su espada le tajó la cabeza a él y a Carmodia delante del rey Floper.
– ¡Ah, qué afrenta! -dijo Floper-. ¿Por qué habéis hecho eso? Me habéis afrentado a mí y a toda mi corte, pues estos eran nobles a los que estaba yo obligado, y aquí habían venido bajo mi salvoconducto.
– Señor- dijo Mou-, siento vuestro disgusto, pero esta dama y duque eran los más desleales de cuantos viven, y por maledicencia han sido destructores de muchos buenos caballeros, y harto quebranto me han provocado también a mí. Habéis de saber además que este falso caballero Aiker, a quien conozco bien por haber sido su capitán mucho tiempo, era cómplice de la dama Carmodia, y si logró sacar el bocadillo de la vaina no fue sino por consentimiento y hechicería de ella.
– Cualquiera que sea la causa que tuviéseis- dijo Floper, debíais haberos abstenido en mi presencia. Por ende, no creáis sino que os pesará, pues despecho como éste no he tenido otro. Por ende salid de mi corte lo aprisa que podáis.
Al oir esto, se retiró Mou a su posada, y se encontro allí con su escudero Cara de Anca, al que le pesó que hubiese disgustado al rey Floper.
– ¡Ay!- dijo el escudero-, mucha reprobación merecéis por haber disgustado al rey.
– En cuanto a eso -dijo Mou-, correré a encontrarme a toda prisa con el rey Ferguson y destruirle, o morir en ello; y si tengo la fortuna de vencerlo, entonces el rey Floper será mi bueno y gracioso señor.
Y se partieron su escudero y él en esta sazón. Dirigiéndose al reino de Manchester, iba pensando sir Mou en pedir la ayuda de los caballeros más fieles y de mayor proeza que conocía, como sir Rolando, sir Úsil y sir Karino le Blanchemains, cuando se topó con un caballero cuya divisa era una cabeza de can. Se llamaba sin Perropablus de Saint Martin, provenía de Polanconia y le debía lealtad al duque Relañus. Así dijo:
– «Deteneos, caballero, pues os detendréis lo queráis o no, y no os aprovechará el escudo que lleváis delante».
Replicó sir Mou: «Gentil caballero, ¿qué me queréis, acaso queréis justar conmigo? ¿De qué corte sois enviado?»
– Vengo de Polanconia, para vengar el desprecio que habéis hecho hoy. Aprestáos y enderezad hacia mí, pues uno de los dos ha de quedar en el campo.
– Siento haber agraviado al rey Floper -dijo Mou-, pero la dama y el duque que murieron me hicieron gran daño. Como sea, bien veo que debo haberlas con vos. Por ende, guardáos.
Enristraron entonces sus lanzas, se juntaron todo lo que sus caballos podían correr y el caballero Perropablus hirió a sir Mou en el escudo de manera que su lanza se hizo toda pedazos. Y Mou le atravesó el escudo, rasgó su cota y le traspasó el cuerpo y la grupa del caballo; y al punto dio vuelta fieramente a su caballo, y sacó la espada sin saber que lo había matado; entonces lo vio tendido como un cadáver. Sir Perropablus aún alcanzó a decir:
– Cuídate bien, pues otros vendrán a vengar la afrenta, de Polanconia y de la Marca de sir Campílloris. Que si bien ambos reinos tienen mortal enemistad, harto más odio os tenían a vos, así como ansia por destruir al rey Floper.- Y con estas postreras palabras murió.
Siguió cabalgando sir Mou hacia Manchester, y por ventura topó con otros tres jinetes.
– Nobles caballeros -dijo Mou-, ¿querréis decirme vuestros nombres?
– Por la fe de mi cuerpo -respondió el primero-, os los diremos en esta sazón si vosotros nos decís primero el vuestro.
– Sabed bien- replicó sir Mou, que mi nombre es sir Mourinho de Setúbal, caballero de la corte de Floper y de la Mesa Blanca.
Se levantaron entonces ellos los yelmos, y pudo ver Mou que eran sir Rolando, sir Úsil y sir Karino. Y fueron muy contentos de sir Mou, y él de ellos. Y acordaron tomar juntos la difícil empresa de conquistar el reino de sir Ferguson y sus caballeros, quienes tenían, según se decía, tratos con el mismísimo diablo. Era esta batalla de singular honra, pues el mago Merlín había profetizado que la conquista de Manchester sería el primer paso para hallar el cáliz perdido, el Santo Grial.
Nota: Casi todo el texto de esta entrada está tomado literalmente de «La muerte de Arturo», de sir Thomas Malory, en traducción de Francisco Torres Oliver. Mi agradecimiento a ambos.
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