…Busque las diferencias con un narco mejicano.
Por Crichtón
Me imagino que nadie vería el Atlético-Juve del miércoles, por estar ocupados viendo que hasta el filial del Lugo le marca al Madrid de córner. No preocuparsen, yo os lo cuento. La Juve, con líneas adelantadas, carrileros incansables, buen movimiento de balón y presión asfixiante en cuanto lo perdían, se enfrentaba a once tíos. Partido táctico, trabado, con pocas ocasiones, de ésos que en los sesudos blogs y las escuelas de entrenadores repetirán mil veces para analizar los sistemas de presión y salida de balón de ambos equipos. Es decir, para la mayoría de los aficionados casuales una mierdaca curiosa.
Tras el gol de uno con pinta de hipster, el Equipo del Pueblo, liderado por el Entrenador Puntero del Momento, decidió meter más trabajo y frescura, dando descanso a un derrengado Mandzukic (el cual, por las caritas que pone, sospecho que empieza a darse cuenta de dónde se ha metido) para poner un centrocampista más. Y así, con un orden defensivo encomiable y sólo algunos nervios al sacar el balón a base de melonazos, el Atlético se plantó en el minuto 80 con ventaja en el marcador y sin que el rival, habiendo dominado el partido, hubiera tirado a puerta una sola vez.
Literalmente de los últimos diez minutos se jugarían uno o dos, entre faltas, caiditas, protestas y plantar el culo en el córner y rebotar el balón en el pie de un contrario para repetir el proceso. Esto fue comentado y celebrado por los comentaristas, halagando el «oficio» y el compromiso del equipo, y narrando la victoria por 1-0 en el segundo partido de la fase de grupos con una propuesta futbolística digamos «poco vistosa» como si fuera una heroica victoria a domicilio en semifinales. No sé, a lo mejor es que a mí esto de la Champions me queda ya un poco lejos, pero yo no lo vi tan emocionante, qué quieren que les diga.
Esto me lleva a la reflexión y la inevitable comparación. ¿Por qué, oh por qué, cuando este equipo que es el vigente campeón de Liga y subcampéón de Europa y, si bien basa su éxito en el trabajo constante y un bloque sólido, tiene varios jugadores de indiscutible calidad internacional, es dominado de principio a fin en casa contra otro equipo de nivel similar y gana cagando sangre, es alabado y puntuado con «Matrícula de Honor»? Que me parta un rayo si parece que defiendo a Mourinho -se defiende solo de sobra-, pero este partido lo hace el Chelsea y «gana sembrando dudas y sin ser capaz de dominar el juego». Vamos, es un análisis que he visto varias veces, y no sólo por parte de los retrasados funcionales de la prensa deportiva populista, sino también de los Gaby Ruiz, Guille Uzquiano y demás gente respetable.
Yo soy muy partidario del «cholismo», que viene a ser el mismo esquema que el de Mourinho, con jugadores de menor calidad pero que hacen caso a su entrenador. Es muy agradable ser seguidor de un equipo y ver que todo Dios corre, presiona, se sacrifica y hasta es capaz de memorizar un par de jugadas de estrategia. Me parece una reivindicación muy saludable de lo que deberían ser los «valors» del deporte, basados en morderle los cojones al rival y que termine el partido pensando en qué momento le pasó una Iveco Daily por encima, frente a tanta pollada de la umildaz, el céspet alto y la posesió. Y desde luego entiendo que la autoproclamada Mejor Afición del Mundo se vuelva loca de amor en el estadio, porque a tu equipo lo quieres como a un hijo tonto, haga lo que haga, y éste hace las cosas bien y con buen resultado.
Lo que me resulta verdaderamente inexplicable es que se relate lo que debería ser «otro día en la oficina» como un festival de fútbol, un regalo para el espectador, según quién sea el director de orquesta. Supongo que el «hype» del momento es el hacerse todos del Atleti porque «juegan como un equipo y todos corren». Bueno, es que son un equipo. Lo raro sería que no lo hicieran. Me resisto a maravillarme cuando veo un equipo así, y la forma de fomentarlo no es halagarlo como algo excepcional, sino respetarlo como algo exigible en cualquier conjunto profesional.
Porque el compromiso inquebrantable no está reñido con tener una calidad acojonante y, en un momento dado del partido, sacarse de la manga un golazo por la escuadra y quedarse con la peña. Obviamente, las posibilidades de que eso ocurra son proporcionales al talento futbolístico de tu plantilla, y éste a la cantidad de pesetas que puedas permitirte pagarles. Es por eso que ya el colmo de la insensatez es leer al Mourinhismo ilustrado (con destacados representantes en esta casa) despreciar el estilo de juego «navajero, carcelario, antifutbolístico» del Atlético, cuando es EXACTAMENTE lo que Mourinho hubiera querido hacer en el Madrid si las Niñas de los Millones le hubieran obedecido más de tres partidos seguidos.
Mi conclusión final es que son todos gilipollas.